Mujeres, maternajes y corporalidades

escribe Carlos Trosman

Este texto es la intervención del autor en el II Encuentro de Prácticas Somáticas: Cuerpos del Sur durante el “conversatorio performático” DISCIPLINAS E INDISCIPLINAS CORPORALES: las pioneras locales, llevado a cabo por el equipo de la revista Kiné, el miércoles 9 de noviembre. Convocado por el Área de danza del Instituto de Artes del Espectáculo (UBA), y realizado en la sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación.

Hoy estamos hablando de Maternajes, de los indisciplinados maternajes de lo corporal.

Digo maternaje no sólo porque las indisciplinas corporales fueron gestadas en su mayoría por mujeres, sino porque el cuerpo, para el pensamiento hegemónico patriarcal está del lado de lo femenino y la mente del lado de lo masculino.
Para el patriarcado la planificación y la acción son atributos masculinos, y el cuerpo con sus ciclos biológicos y el acatamiento son territorios femeninos.

Así la tradición patriarcal confina al cuerpo femenino a la imagen y al cuerpo masculino a la potencia. Condenando a ambos, por supuesto, al enclaustramiento en un estereotipo, pero de distinta manera.

Hace no muchos años, y me atrevo a decir que aún hoy todavía, cualquier cultivo del cuerpo masculino era considerado femineizante, poco varonil. Inclusive el “body building” de los gimnasios. Era en el mundo del arte y de la danza donde los cuerpos podían expresarse más y con mayor permisividad, aunque los bailarines  siempre eran sospechados de “poco machos”.  La sensibilidad era considerada opuesta a la masculinidad.
Desde esta perspectiva las mujeres eran confinadas al cuerpo, incluyendo los criterios de belleza, la vestimenta, el maquillaje, la procreación, la casa, la comida, la limpieza, el cuidado, lo emocional.
(No voy a hablar en este espacio de los hombres no patriarcales).

El cuerpo como espacio físico, tangible, es un territorio, y como territorio, para  el patriarcado es objeto de conquista, de colonización, de dominación. En las guerras los cuerpos de los vencidos son femineizados, violados, ocupados por el conquistador. Fíjense que siempre se habla del conquistador y no de la conquistadora.

A mediados del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, ante el horror de los cuerpos masivamente destrozados por las armas modernas y del espanto por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, comienza en el mundo un movimiento en relación al cuerpo que desborda las artes, en especial la danza, para impregnar la conciencia de las personas que necesitaban sentirse vivas, percibirse vivas, ocupando un lugar en el planeta, en la sociedad, en la historia, en su propia sensibilidad.

En Argentina en los años 1950, también se produjo este movimiento en el cual unas mujeres, que podría calificar de subversivas, a caballo del arte, de la danza, la música y el teatro, fueron haciendo espacio al desarrollo de este cuerpo nuevo, sensible, percibido, expresivo, creando técnicas y disciplinas corporales a las que poco a poco se fueron integrando las diversidades y los hombres.

Ellas iniciaron una revolución silenciosa en la educación, el arte y la salud, en la sociedad, trabajando los cuerpos más allá de la conquista patriarcal: los cuerpos propios, sensibles, autoperceptivos, expresivos, inclusivos, vitales, potentes desde su propia territorialidad. Una liberación del cuerpo desde lo femenino. (Ver: https://www.revistakine.com.ar/ii-encuentro-de-practicas-somaticas-cuerpos-del-sur)

Cuerpos que de este modo resistían la invasión del pensamiento hegemónico patriarcal y abrían puertas a otros derechos humanos, como el derecho al propio cuerpo sensible y pleno de subjetividad. Un cuerpo para entender, no para conquistar; para sentir, no para medicar; para expresar, no para reprimir.
Una liberación femenina que también liberó a los hombres y diversidades.

Fueron entonces estas mujeres pioneras, las que, desde esta estética permitida por el patriarcado para las mujeres basada en la forma, la belleza y la danza, fueron cambiando el paradigma del cuerpo generando un nuevo territorio: un cuerpo sensible, que con el devenir de la historia, la conciencia y las luchas sociales, implosionó al patriarcado haciéndolo parir femeninamente diversidades y nuevas leyes reconociendo nuevos derechos humanos.

Los años 1970 en la Argentina, con la dictadura secuestrando, torturando y despareciendo personas, y apropiándose de niños, evidenció la posición del cuerpo como territorio a conquistar y someter. Intentaban “erradicar” ideologías, ocupando, quebrando y destruyendo el cuerpo de los sujetos, desapareciéndolo. La resistencia, la memoria y la restitución fueron las acciones que reconstruyeron esos cuerpos. Esas ausencias se volvieron presencias sensibles.

El cuerpo emergió como una necesidad a descubrir, como una respuesta sensible y amable al odio destructor. Fue ocupando los espacios públicos con las siluetas que representaban a los desaparecidos y más tarde con los cuerpos más jóvenes realizando performances, tocando tambores, bailando la vida y agitando la conciencia y las células de los espectadores que muchas veces se sumaban al baile. La resistencia fue y es corporal. Opusimos presencia a las desapariciones. El cuerpo apareció en toda su potencia.

Kiné toma estas banderas de cuestionamiento de lo establecido y  de transformación, manteniéndose a lo largo de sus 30 años de existencia como un territorio que alberga a un colectivo, el colectivo de lo corporal, uniendo en sus páginas desde la biomecánica hasta la biopolítica.
Pensar en Biopolítica es pensar más allá del cuerpo en los espacios de la salud, la educación y el arte, es pensar un cuerpo entramado en y con el sujeto y la sociedad. Un cuerpo histórico y social, un cuerpo alojado en un lugar y un momento determinados, porque como dice David Le Breton “La condición humana es corporal.” Y como escribí hace años en Kiné: “Al cuerpo, nada de lo humano le es ajeno”.

Kiné surgió en un momento preciso, hace 30 años, como emergente de la necesidad de un espacio de intercambio donde darle palabra al cuerpo, y ahora vuelve a tomar la posta como emergente de la necesidad de encuentro cara a cara, cuerpo a cuerpo, de darle cuerpo a la palabra y legitimar un colectivo de lo corporal del que los aquí presentes nos sentimos parte.

Estamos construyendo un  territorio en nuestros propios términos a partir del reencuentro luego de la pandemia, 20 años después del MoTrICS que nos supo albergar en su momento.

Otra frase que considero fundamental de Le Breton es “Pensar el cuerpo es pensar el mundo”, que expresa el alto contenido político que tiene el cuerpo humano, ya que está significado y reglado por la cultura. Cómo tratamos al cuerpo es cómo tratamos al mundo. Es una ecuación ecológica.
En Kiné pensamos el cuerpo y le ponemos palabras, decodificamos cómo las palabras construyen al cuerpo y cómo el cuerpo genera significados íntimos, sociales, vitales. También reflexionamos en cómo las sociedades construyen a los cuerpos y en cómo generar estrategias para liberar los cuerpos del sistema de consumo y adicción que nos enferma y nos hace perder el sabor del mundo.

Junto con Le Breton también tomamos una posición política coincidiendo con su expresión “Siento, luego existo”. Nuestra revolución es defender y fomentar un cuerpo sensible. Privilegiar los sentidos como medios de información a decodificar, estar atentos a cómo nos sentimos a partir de esas percepciones que se imprimen en nuestra piel y en nuestro ser. Una experiencia directa con las cosas y con uno mismo sosteniendo una identidad corporal particular, sensible, integrada, somática, compartida, significada, implicada.

Nos encontramos en Kiné para pensar y discutir, leernos para recrear y crear, encuentro en un territorio de la revista antes físico de papel y ahora virtual en la web y también ahora nuevamente físico en estos encuentros.

En el campo que en este encuentro llamamos somático y en Kiné llamamos de lo corporal, compartimos la autopercepción, lo “autoconciente”, la percepción e implicación del cuerpo en el tejido de lo que somos. La expresión de la emoción como una circulación de energía que hace contacto. Percibir a la vez lo particular y lo general. Buscar la identidad como colectivo como una manera de buscar nuestro lugar en el mundo y en la historia.

Creo que estamos construyendo nuestro folklore. Un folklore que poco a poco nos identifica, que nos da identidad. Lo hacemos rescatando el folklore ancestral arraigado en estas tierras y también el folklore arraigado en nuestra sangre, en el planeta y en el cosmos. Amasamos una identidad corporal que necesariamente es planetaria.

El cuerpo es un territorio que se manifiesta en muchos planos (cuerpo bio, psico, social, espiritual) arraigado en un territorio que es el planeta sumergido en el cosmos. Como las culturas ancestrales, sabemos que esta valorización del cuerpo sensible implica un tipo de responsabilidad con uno mismo y con los demás, con la comunidad, y también con el planeta que nos alberga.

Quiero agradecer a Kiné por la perseverancia, a Julia por su devenir Kiné, y a los hombres no patriarcales que acompañan esta creación: Carlos Martos y Rubén Longas.
Quiero agradecernos a todes nosotres, creadores de lo corporal con distintos derroteros en diversas áreas sociales, por nuestro trabajo y por ir más allá de nuestros egos para encontrarnos y conocernos más y abocarnos a la construcción y defensa de este colectivo de lo corporal, encontrando las similitudes y diferencias que nos dan identidad y también generan nuestra complicidad común con el cuerpo.

Somos los ancestros del futuro.
Resistamos la conquista y la colonización manteniéndonos nativos de nuestros cuerpos, de estas tierras del Sur y de este planeta donde la humanidad está parada.

Muchas gracias.

Carlos Trosman es Psicólogo Social Corporalista, Diplomado en Corporeidad, Director de la Escuela de Shiatzu Kan Gen Ryu. Director de iiQG (Instituto Internacional de Qi Gong) en Argentina.

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