El cuerpo & las elecciones

Escribe Susana Kesselman
El vocabulario que utilizan los Medios de Comunicación durante los períodos pre-electorales hiere nuestras sensibilidades (…) Las palabras de algunos medios gráficos y audio­visuales resuenan en nuestros cuerpos, en nuestro sistema nervioso, en nuestros cerebros, produciendo temores, inseguridad, tristeza, rabia, incertidumbre. En definitiva, un daño en nuestro tono vital.

Reflexiones de una eutonista en tiempos de campañas electorales

Esto que viene ahora no lo lean precipitadamente. Denle a cada palabra una pausa: Derrumbe, catástrofe, crece el conflicto, la impa­rable violencia… sindical, el caos, la mala racha, una alegría… que intenta atenuar la derrota, alerta… por lo que se viene, gran fuga de capitales, la crisis se agrava, un poco más de duelo, ideologismo hueco, maquillar… la grisura, relato (muy de moda) haciendo agua, destrato institucional, violación… de la veda (la palabra violación es una de las preferidas), crece el miedo … por la economía, la crisis… está contagiando (y no hay vacunas), la peor jornada, la posibilidad de una nueva recesión…

Y sólo hago una lectura a vuelo de pájaro de dos o tres páginas de un periódico de hoy. “Mi cuerpo enfermo no resiste más”.

Entonces cierro el periódico, no quiero seguir le­yendo, no quiero enterarme de cómo va el mundo. ¿Ése es mi daño en el tono? Caigo así en el estado erizo.

Del estado-erizo a la anorexia sensible

Vuelvo a un viejo texto de mi autoría: “Denomino estado-erizo a un tipo de trastorno de la sensibilidad, a una herida en el tono vital, en el sistema nervioso, estado que observo tanto en mi práctica clínica como en mi vida cotidiana, que se produce en nombre de un derecho para vivir más feliz, al menos con menor sufrimiento. Hay expresiones de este estado en el lenguaje. Las personas dicen filtrar, rebotar, pasar de…, respecto de estímulos que consideran negativos. Modos de decir que existe una realidad insalubre, ante la cual es conveniente defenderse retrayéndose. Esta acción construye una coraza, que suele ser un exceso de defensa… Se crea así un estado-erizo, un “No”, psicológica y socialmente valorado como sano, que por un lado protege al ser sensible y por el otro disminuye la potencia de los receptores necesitados de alimento para continuar desarrollando la vida y desplegar los potenciales creativos.

Este estado se caracteriza porque no sólo impide el paso de sensaciones insoportables –aquéllas que sobrepasan los umbrales de lo tolerable para la existencia–, sino que además tampoco deja pasar las sensaciones agradables y vitales, impulsando estados de inapetencia sensorial, de sensibilidad restringida; una especie de anorexia de la sensibilidad, que des­motiva y agota la vida.

Esta situación genera un tipo de daño, de maltrato y automaltrato de la sensibilidad, daño del que nadie está exento de infectarse y transmitir. Todos somos portadores del silencio de los receptores. Todos podemos contagiar y contagiarnos el agotamiento de las pasiones, la desvitali­zación de los afectos, la disminución de las apetencias, la descafeinización del deseo, el debilitamiento de las buenas defensas ante estas heridas en el tono.

He encontrado en Ecce Homo, suerte de Manual del hombre sabio escrito por Nietzsche, algunas expresiones que enriquecen este concepto: Separarse de aquello a lo cual haría falta decir no, una y otra vez. Los gastos defensivos, incluso los más pequeños, si se convierten en regla, determinan un empobrecimiento extraordinario. El rechazar, el no-dejarse-acercar a las cosas, es un gasto, una fuerza derrochada en finalidades negativas. Por la continua necesidad de defenderse puede uno volverse tan débil que ya no pueda defenderse. Tener púas es una dilapidación, incluso un lujo doble, cuando somos dueños de no tener púas, sino manos abiertas”.

Susana Kesselman es licenciada en Letras, Euto­nista, Asesora del Centro de Psicoterapias Ope­rativas. Autora de numerosos libros, entre ellos: Dinámica Corporal, El pensamiento corporal, El cuerpo en estado de arte, y las novelas La Sudaca y Crónica de un exilio

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