Cuerpos Silenciados

Escribe Raquel Guido

Ilustraciónes: obras del escultor Rafael Martín
Un orden binario y represivo disciplina cuerpos y construye subjetividades ajustadas al modelo que se nos impone. Ese orden dominante contiene a algunos pero deja afuera a muchos. Es el orden hegemónico, pero no es el único posible. La resistencia al cuerpo silenciado es el cuerpo experimentado sensorialmente a través de la autopercepción.

 

El orden represivo

El orden de carácter represivo que construye subjetividad imprimiendo en el cuerpo lo posible, lo “admitido” y expulsando y reprimiendo todo lo que se manifieste insolente, cómo “lo otro” posible.

De este modo, podemos afirmar que este tipo de orden es excluyente.

Este orden, que rige nuestras vidas cotidianas, es decir nuestras experiencias cotidianas, es un mundo centrado en el logos racional, de modelos binarios que se presenta como único posible y que produce un borramiento ritualizado del cuerpo, cómo práctica de silenciamiento.

Sobre esta lógica binaria y represiva, disciplina cuerpos y construye subjetividades ajustadas al modelo que se nos impone sigilosamente a través de nuestras prácticas cotidianas que se fijan en hábitos. Así, ese orden del mundo construye nuestros cuerpos y nuestras subjetividades adaptadas Moldea nuestros gestos, nuestras miradas, nuestras posturas, actitudes y movimientos, de los que no tenemos conciencia y reproducimos inmersxs en un contexto sociocultural, histórico, político que funciona como matriz fundante de la subjetividad encarnada.

Entendiendo al cuerpo como el lugar donde la experiencia sucede, donde el mundo nos sucede, donde tenemos experiencias que implican siempre un movimiento emocional.  Las experiencias con la regla producen emociones que como tales resultan encarnadas.

 

La regla del “orden que reprime” propio del modelo dominante, produce tensiones, sensaciones desagradables, cierto tipo de emociones y padecimientos. También nos da modos codificados de manifestar emociones  socialmente aceptados, que, aunque incorporados involuntariamente por reproducción de un orden dado, construyen nuestro cuerpo.

Esas normas del orden represivo, entonces, producen experiencias emocionales que son  productoras de cuerpos y subjetividades y llegan incluso a influir en el nivel biológico, como nos muestra la Neurociencia actual, a modelar nuestro cerebro.

Este tipo de reglas represivas, entonces, también nos ordenan emocionalmente de un cierto modo. Nos brindan modelos expresivos codificados para expresar nuestras emociones y nos ubica el cuerpo dentro del orden legitimado de la codificación social.

“La sociedad se apropia de la expresión del cuerpo para convertirla en su lenguaje”, nos decía Michel Bernad.

Cuerpos silenciados

Transitando la vida cotidiana de modos aceptables, vamos encarnado cuerpos, modelados, acordes a ciertas representaciones del ser humano y del mundo, de la verdad y del poder.

Estos procesos implican una construcción distanciada de nosotrxs mismxs, de nuestras emociones, de nuestras sensaciones, de nuestra presencia. Cómo autómatas afectivos, corporales y mentales, transitamos nuestras vidas experimentando lo que sí se puede y silenciando, amordazando lo que no. De este modo se construyen modos de vida, modos de existencia, modos de “ser y estar en el mundo” del que nos hablaba Merleau Ponty.

Volver a la sensación del cuerpo presente consciente, es un modo poderoso de ubicarnos en el “ahora”, presente, y en el “aquí”, del cuerpo.

Esto nos permite reconocer qué sentimos en determinado momento, cómo vivimos cierta situación, demorándonos en las experiencias que nos permiten conocernos y aceptarnos empoderadxs en nuestra singularidad.

La regla del orden represivo se nos impone. Está en el seno de nuestras valoraciones, y representaciones compartidas, naturalizadas por medio de hábitos sociales. Las reglas de este orden no se aceptan voluntariamente como las del juego. Quien no las cumpla… queda “fuera de juego” por un modelo excluyente.

Este orden dominante contiene a algunos pero deja afuera a muchos. Y esto es práctica política.

Lo diverso, los cuerpos abyectos de los que habla J. Butler, desde la perspectiva de género, los cuerpos que son modelados en imagen, gestualidad, posturas, actitudes asignadas por la heteronorma y los modelos de clase;  los discriminados por etnia o raza, o los cuerpos de talla y peso que no cumplen con el modelo internalizado que silencia toda singularidad… todos quedan fuera, experimentando en muchas ocasiones, maltrato y violencia por no pertenecer sumisamente.

No se mueven igual que lo que el modelo propone o impone. Sus cuerpos no se ven ni comportan igual, no tienen las mismas prácticas, o no cumplen con la heteronorma. Son cuerpos y sujetos desobedientes, indisciplinados. Son “los otros” para los que este mundo, así ordenado, no les reserva lugar.

El cuerpo

Los caminos que proponen empoderarse a través de la autopercepción, reapropiándose del propio cuerpo experimentándolo sensorialmente, son modos de potencia para los procesos de deconstrucción y construcción singular, de búsqueda de sí mismo, de la identidad de género y la revalorización de las raíces ancestrales, entre otros aspectos.

La resistencia al cuerpo silenciado es el cuerpo experimentado.

La Lic. Raquel Guido es Profesora de Expresión y Lenguaje Corporal, Lic. en Composición Coreográfica (UNA), Profesora de Artes (nivel universitario, UNA). Profesora universitaria regular: UBA (Facultad de Filosofía y Letras, Carrera de Artes) y UNA (Departamento de Artes del Movimiento, Cátedra de Expresión Corporal I y II ). Investigadora de la UBA UBACyT

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