Improvisación y potencia expresiva

Entrevista a Sandra Reggiani

escribe Laura Corinaldesi

Cada elección en la vida de Sandra Reggiani estuvo atravesada por un “por qué”. De niña era introvertida, reflexiva y a la vez muy curiosa.  No había duda de que lo suyo era el movimiento; sin embargo, la reproducción de las mismas exactas secuencias de la técnica la aburrían. Su cuerpo era habitado por imágenes, historias, emociones.

En la adolescencia descubrió la expresión corporal. Por este camino se permitió con el tiempo tener una posición reflexiva respecto de las propias prácticas, la posibilidad  de trabajar reconociendo su propia singularidad sin ajustarse a un “canon”, y trabajar sobre lo que “se puede” para transformarlo, cuestionando lo que “se debe” y no quedar sujeta al saber de la academia. Sandra es una disidente de la danza. Supo decirle “no” al mito de la perfección.

Nunca le interesó bailar para concursar ni para hacer rentable un espectáculo. Sí para alimentar su imaginación, para transformar la realidad.

Cuando vio la puesta de Carmina Burana que realizó Adriana Coll en el entonces Teatro de las Provincias dijo “quiero bailar”. Inició su formación en  la escuela de Lola Brikman y Ana Benasayag, su hija. Concurrió a los seminarios de Iris Scaccheri y descubrió su despliegue poético como docente y bailarina. Hizo Kung Fú. Construyó en este itinerario un dominio que no estuvo asociado al control del cuerpo, ni a las repeticiones de la técnica: “Cuando lo ves a Katzuo Ohno bailar danza Butoh con 90 años no hace piruetas exóticas. La especificidad en la danza está en otro lado. La encontró buscándola. Nadie le dijo que estaba bien. El lo dijo.”

En la docencia encontró más preguntas como titular de Improvisación en la UNA y las volcó en la tarea de indagación con sus alumnos.

También en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) dirige el Grupo de Experimentación en Artes del Movimiento (GEAM).

Sus integrantes son estudiantes de las carreras de Expresión Corporal, no tienen como requisito de ingreso una “alfabetización en lenguajes codificados”. Cada uno de los integrantes trae su formación complementaria, como su bitácora académica: “algunos vienen con formación complementaria en acrobacia, otros en actuación, algunos transitaron espacios de lenguajes codificados, todos bailan, experimentan e indagan sobre los materiales propuestos y construyen escenas. Todas las búsquedas se cruzan y están habilitadas”, sostiene Sandra quien continúa en la actualidad su formación cursando el doctorado en Arte.

¿Qué es improvisar? ¿Dónde se encuentra la potencia expresiva del movimiento?

Para el filósofo francés Gilles Lipovetsky la improvisación “es más un procedimiento en sí que un medio de investigación”. Sandra no centró su búsqueda en el terreno del rendimiento muscular, ni en el despliegue de movimientos aprendidos, lo hizo en la construcción de la expresividad, explorando la imaginación y el despliegue poético.

En este terreno la danza actual aborda “estados”, por sobre la realización de “secuencias”.

Sin embargo, advierte, hay excepciones como la bailarina argentina de Butoh Rhea Volij que “trabaja secuencias con gran potencia expresiva, coreografía todo. Ella logra un gran ensamble de precisión kinética y expansión poética. Los movimientos están organizados y predeterminados pero no es lo que importa.

Rhea Volij construye un universo simbólico y lo encarna. Ahí está su potencia.

Del mismo modo lo hacía Iris Scaccheri, tenía todo marcado; sin embargo, generaba estados emocionales en los espectadores. La potencia expresiva es un encuentro con lo más profundo de quien lo realiza. En el medio no hay ruido, no están la boleta del teléfono, la técnica. El que encarna es otro que nace en la escena. Con la danza
de Iris Scacheri entrabas en
otro mundo. Eso es arte.

En la improvisación Sandra apela a procesos exploratorios y de desjerarquización.

“Uno está acostumbrado a entender las cosas y a sentirlas, el proceso perceptivo simplifica y organiza jerarquizando de una manera asociada a la utilidad, con la pertenencia, con lo que el contexto dice que está bien. Y la posibilidad de cambiar estos valores, siempre que no vulneren la organi­cidad del cuerpo, habilita que lo nuevo pueda aparecer porque el trabajo no es una reproducción o representación de lo que ya está. En todo caso nace de lo que ya está pero cambia y se convierte en otra cosa. Si lo aplicamos al tratamiento del movimiento, volumen, intensidad, a la velocidad de la caminata, espacialidad, duraciones, se carga de sentido expresivo porque rasgos de lo subjetivo y simbólico se encarnan en una imagen, en una temática, en una emoción para hacer cuerpo.”

En la improvisación hay un juego entre el control y la pérdida
del control. En este proceso te vas dejando llevar y encontrar por lo que quiere ser bailado.

 

Sandra Reggiani: Bailarina, docente, investigadora. Directora del GEAM (Grupo de Experimentación en Artes del Movimiento de UNA-DAM); titular de la materia Improvisación en la UNA. En la actualidad cursa el doctorado en Artes.

Laura Corinaldesi: Profesora de Filosofía, periodista. Se formó en danza y eutonía.